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Argentina y Chile
El olivo fue una de las primeras plantas introducidas desde España a Las Antillas, a través de zuecas. Sin embargo, no logró aclimatarse al ambiente tropical.
Cuando en 1492 Cristóbal Colón llegó a América también llevó consigo cientos de variedades de especies que se mezclaron con la flora y fauna nativa. Los primeros olivos llegaron desde Sevilla a las Indias del Oeste (Caribe) y más tarde se propagaron al resto del continente. El Sr. Juan de Baena, adquirió las plantas en un lugar cerca de Sevilla, y remitidas en tinas por la Casa de Contratación en el Año 1520. Una Cédula Real de Agosto de 1531 dice: "todos los maestros que fueren a Las Indias lleve cada uno de ellos en su navío la cantidad que les pareciere de plantas de viñas y olivos, de manera que ninguno partiese sin llevar alguna cantidad".
Posteriormente, ya había plantaciones de olivos en México, Fray Martín logró propagar este árbol en México, al introducir exitosamente olivos provenientes de Valencia al puerto de Veracruz. Hacia mediados del S. XVII, el olivo había alcanzado su máximo desarrollo en México cuya población había aumentado gracias a disposiciones obligatorias para quienes se aventuraban al continente americano desde España como "que nadie saliera con rumbo de nuevo mundo sin cargar y condicionar algún material vegetal del árbol productos del oro verde". Algunos de estos ejemplares aún existen en Tuyehuasco.
Los jesuitas españoles propagaron el olivo mediante estacas y semillas en América del Norte entre finales del S. XVII e inicios del S. XVIII en las misiones mexicanas. En 1769, el padre franciscano Fray Junípero Serra, fundó la primera misión californiana en San Diego de Alcalá y lograron fundar veintiún misiones hasta Sonoma. Estas misiones producían aceite de muy buena calidad y la variedad resultante se denominó "Mission".
Muchos antes, en 1560, según los comentarios reales de los Incas del cronista mestizo Inca don Garcilaso de la Vega, se introdujo exitosamente el cultivo del olivo en el Perú y luego en Chile, con data cronológica de 30 años después del inicio de la Conquista del Imperio de los Incas o Tawantinsuyo.
Las primeras plantaciones de olivos se hicieron en Lima en el año 1560, el olivo llegó al Perú de la mano del acaudalado Don Antonio de Ribera, quien se embarca en Sevilla en 1559, trayendo como preciada carga varias estacas de olivos seleccionados. Alguna estaca es robada apareciendo en Chile donde se propaga rápidamente dando origen a los olivares de Valparaíso, en Chile. Luego fueron plantadas en un huerto en Rimac (hoy Convento de los Descalzos) por don Gonzalo Guillen. Posteriormente fue propagado en los valles de Casma y Huarmey. Asimismo, se introdujo a los valles del Sur como Acarí, Yauca, Camaná, Ilo y el valle de Azapa (dando origen a la variedad con este nombre). En el año 1753, se tiene referencia del cultivo del olivo en el Departamento de Tacna, el huerto de Santa Rosa de Para, la propagación fue en los Palos o cercados de la ciudad de Tacna.
En Chile, los primeros olivos que se plantaron fueron en la zona del Pacífico. Se distribuyó en el país por territorios, por la región del Norte hasta Coquimbo, en la zona
Central desde Aconcagua hasta Maule y hacia el sur, de Ñuble hasta La Araucanía. De esta manera, las variedades introducidas desde España se adaptaron a diferentes microclimas presentes a lo largo y ancho del país.
La introducción del olivo en Argentina no está bien dilucidada, una de las teorías habla de la llegada a través de una expedición militar desde Chile al mando del Capitán Diego de Alvarado, siendo diseminada por todo el Norte del territorio adaptándose perfectamente en diversos lugares y en especial en Arauco (La Rioja). Testimonio de esa introducción lo constituye el resto de una antiquísima plantación, donde se encuentra el denominado "Olivo de las Ánimas", existente en Aimogasta, es llamado así debido a que sus frutos se destinaron durante muchos años a ritos litúrgicos. En La Rioja, aún se conserva el "Olivo Histórico" de más de 450 años de edad de variedad Arauco, único ejemplar que se salvó de la tala ordenada por el Rey de España durante el S. XVIII.
En Uruguay, los inicios del cultivo se remontan a los años 1780, donde se introdujeron 250 plantas de olivo desde Buenos Aires. En 1934 hasta 1950 se plantaron 1.000 hás, cuyas variedades llegaron de España e Italia.
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